Replicants are like any other machine

Dos temas clave están siendo malinterpretados con nocturnidad y alevosía: la tecnología y las mujeres. Y ahí estamos, con el mismo discurso y las mismas narrativas que hace un siglo. Arrastrando las viejas concepciones y las malas praxis que aún hoy estamos intentando quitarnos de encima.

Tan frágil es la concepción del ser humano como ser social, tan perdido está en lo que cree que es y debe ser (siempre bajo tutela), que el miedo que le provoca cualquier cambio sustancial lo convierte en un ser de las cavernas. A ellas volveremos si no se abrazan los cambios y se ven las salidas que se presentan; y digo se ven porque están ahí y son palpables, no hace falta ni inventárselas ni buscarlas, sólo abrir los ojos.

Donna J. Haraway escribió en 1985 The cyborg manifesto retratando lo que ocurre hoy en día, no por ser una obra futurística sino porque no se han superado aún las problemáticas que plantea. La tecnología que ahora nos está salvando el culo, nos está ayudando a comer, a trabajar, a comunicarlos, a curar, a controlar (sí, control no siempre es sinónimo de limitación, ¡oh sorpresa!) de pronto se convierte en boca de aquellos que no superaron la etapa infantil de autoconocimiento en el gran Mal, el fin de la humanidad, el gran dictador, el ladrón de libertades y otras lindezas por el estilo en vez de valorar que su uso puede maximizar y mejorar las condiciones de vida de muchos que ahora no pueden ni plantearse qué son las condiciones de vida. Es cierto, hay que admitirlo, que tal uso tecnológico provocaría una suerte de efecto dominó que conllevaría la caída (entiéndase como reforma) de otros muchos sectores que viven en el pasado más remoto pero eso es algo deseable puesto que debe ser dirigido a buen fin, no de forma partidista; pero, claro, nos falta educación para entender qué quiere decir esto.

«Replicants are like any other machine, they’re either a benefit or a hazard. If they’re a benefit it’s not my problem.»

Blade Runner, 1982.

Otro punto interesante y peligroso es esa neblina que ya está apareciendo (si es que alguna vez dejó de hacerlo) y que es la asunción de que los peores parados en el futuro de la Nueva Normalidad van a volver a ser las mujeres, las que nunca dejaron de serlo, las que siempre lo han sido. Se asume que ante el cuidado de los hijos y ante la precariedad laboral la mujer volverá a retomar su «puesto en el hogar» y ser la sacrificada que no pueda desarrollar la vida que ha estado llevando hasta ahora. Tal discurso no sólo es corto de miras sino que es impositivamente peligroso primero por no ser rebatido al instante (ergo apela al status quo bien conocido y bien cómodo para muchos hombres) y segundo porque va permeando poco a poco hasta convertirlo en la única opción factible. Cabe decir que esta abyecta proposición no es ni coherente con el mundo en el que se vive ni ayuda en nada a las necesidades que actualmente se están viendo como prioritarias y, finalmente, no es justificable. ¿Por qué volver atrás es más fácil que adaptarse a la realidad futura?¿Por qué hombres hechos y derechos (y mujeres, lo sé, aunque me duela) pretenden que el futuro sea un ayer constante? Eso demuestra una manifiesta incapacidad de adaptación y no sólo eso, sino también de no ver las muchas opciones que las nuevas situaciones dan. Es absurdo no ver ni dejar ver las nuevas oportunidades, casi tanto como pretender que sus estructuras sean las únicas que no deben cambiar. Eso, lamentablemente, es fruto de la mala educación, de la rancia clase social y de preferir la apariencia a la realidad. Vivimos en una estructura piramidal que se ha sostenido boca abajo durante demasiado tiempo y en un tiempo como este que nos toca vivir es buena idea asumir que físicamente las pirámides se sostienen por la base no por la cúspide. La base es la clave. Dejemos ya de seguir el juego a los amos.

Las implicaciones de ello obviamente conllevan cambios en el marco general de mucho mayor calado. Probablemente son cambios estructurales y probablemente son cambios hacia la consecución de un mayor grado de libertad. Pero sólo lo son probablemente porque ante todo debe darse la voluntad de superación de la dialéctica del amo y el esclavo: siempre hay alguien que tiene que ser el esclavizado, el sacrificado, el perdedor y siempre hay alguien que decide quien va a ser y, oh sorpresa, no va a ser él.

Deja un comentario