Cogito ergo sum (sumus, estis, sunt)

Descartes, viejo amigo, qué sería ahora de ti si compartieras estos tiempos con nosotros, los que vivimos. Quizá caerías en la cuenta y reformularías tu archiconocido precepto. O quizá harías como yo y pondrías el lenguaje a tus pies cuando otros lo llaman pisar el lenguaje. Da igual, lo importante es crear la imagen, la corrección lingüística ha quedado algo olvidada en el camino; la conceptualidad le ha ganado la batalla a la corrección aunque las masas vivas que sustentan a una y otra continúen su sorda batalla.

A lo que iba: cogito ergo sum. En alta estima nos tenemos tu y yo Descartes y sobrevaloramos las capacidades del ser humano. Pensar que pienso, ese darse cuenta, fue una idea tan poderosa que creaste un sistema entero a su alrededor; primando esa capacidad separaste al ser humano del resto del creación de un plumazo y sin vergüenza alguna. Gran trabajo por cierto. Pero siglos después resulta que eso de pensar (pensarse) no es tan obvio. Desde Heidegger (por no decir que en toda la historia de la filosofía ha pasado lo mismo, o así nos lo hemos contado) nos dimos cuenta de la necesidad de enseñar a pensar, que no es un algo que nos viene dado, no es una capacidad kantiana que se desarrolla sola en toda su gloria y esplendor sino que debe ser adiestrada cual bestia feroz. Debe ser alimentada, conducida, amortiguada, recompensada y subyugada para que demolida al fin, nos de sus mejores frutos.

No voy a decir que si alguno de nuestros insignes filósofos muertos viviera en esta era de imagen y exabrupto posiblemente su concepto sobre la sobrevalorada capacidad de razonamiento les habría llevado a reconsiderarla pero ciertamente estaríamos a un paso de volver atrás y segregar a la gente por su capacidad intelectual. ¡Hay no, que digo, pero si eso no ha dejado de pasar desde vuestros tiempos! Somos unos y somos otros los llevados al matadero de los estudios guiados por políticas incapacitantes y aislantes. «Estudia y tendrás un futuro» ha demostrado ser la mayor bazofia que nos hemos comido desde la creación de las universidades.

Si eres estudiante y pones el tela de juicio lo que tu profesor te está explicando, su forma no de decirlo sino de razonar lo que está diciendo (de captar los datos externos fenomenológicos y presentarlos en un razonamiento elaborado intelectualmente) entonces tienes un gran problema. Puedes verlo por el lado positivo y es que tú mismo tienes un razonamiento autónomo que puede que sea errado o no pero lo tienes, en base a que has entendido lo que te han explicado, o lo ves por el lado negativo y descubres quien narices son los Reyes Magos. Una decepción más a cuenta de un relato sociocultural no destruido a tiempo para perpetuar la inabarcable estupidez humana.

Decir que la razón (pensar) es una capacidad es dotarla de una autonomía que no puede ser restringida excepto por motivos estructurales (del cuerpo humano). Sin más: es adaptable no fabricable. Si es fabricable entonces la estás creando. Tomas una llamada «capacidad» y la reconviertes en otra cosa ignorando por completo su identidad intrínseca. No me digas que es pensar, no me enseñes a pensar, no me hagas creer que me tienes que explicar cómo se piensa porque eso no es hacer camino al andar sino caminar por el camino ya transitado y esperar que te lleve a un lugar desconocido que debe ser el Reino de Oz porque todo el mundo quiere ir a petar allí. Tocar el cielo de la razón con las manos es que ese Reino de Oz sea tuyo; que lo formes, que lo encuentres de una forma natural. ¿Quiere esto decir que nacemos con todo el conocimiento y que sólo tenemos que «despertarlo»? Nadie que se haya pasado por Twitter puede pensar que los seres humanos nacen con todo el conocimiento. Nadie. Lo que sería bueno es distinguir entre opinión y razón. Yo opino que eso que acabas de postear es una absoluta estupidez peeeero lo que sé es que tu argumento es tautológico y por tanto no puedes sostener un argumento por repetición (al menos no en 140 caracteres).

Descartes, amigo, si no hubiéramos alimentado nuestra capacidad de razón ni tu ni yo seríamos quienes somos (en un presente constante por lo que parece): esclavos de todo lo anterior y esclavos de nuestra propia forma de pensar. Somos quienes nos hacemos, no quienes nos decimos ser. Pensando somos pero, a tu desgracia, somos irreductiblemente más. Ergo, no basta con pensar para ser, ni siquiera es necesario pensar para ser (si, Twitter otra vez) aunque no te niego que la vida es mucho más interesante cuando alimentas tu razón que cuando no ya que -ALERTA SPOILER- dejas de ser controlable y ese, amigo mío, es el quid de la cuestión.

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